viernes, 2 de septiembre de 2011

Ayer…soñé con vos. Estabas sentado en el centro de la cocina. Tu casa era tu casa, que nunca fue nuestra ni fue mía. Estabas de mudanza pero estabas sentado en la mitad de la cocina y todos los frascos te rodeaban. Estabas en tu casa que ya no era tu casa porque te estabas mudando sentado junto a los frascos azules, frascos herméticos que yo abría.
Y todo ese vacío que yo abría sonaba tan lleno de sonido…
Tus hermanos estaban dando vueltas, rondaban tu cocina vacía llena de frascos, seguramente cargando las alacenas, que ya no escondían los frascos que yo abría.
Mientras los destapaba, pensaba en sus brazos sosteniendo las alacenas llenas del vacío de los frascos que ya no escondían. Pensaba en sus brazos cansados por el peso de tanto vacío. Pensaba en sus brazos y en el peso de tanto vacío. Y de pronto, yo era tu hermano y vos, tu otro hermano. Entonces, pensaba en nuestros brazos. Pensaba en el vacío. Pensaba en el peso y el cansancio de estar dormidos. Pensaba que eramos hermanos y nos soñábamos reunidos. Y dábamos vueltas alrededor nuestro y nos veíamos perdidos en esta mudanza inmóvil en el centro de la cocina llena de frascos llenos de vacío cargando las alacenas que ya no escondían el estruendoso silencio que creamos con tanto hermetismo.